Cuando se acaban las deseadas vacaciones nos enfrentamos muchas veces a nuestra cruda realidad. No sólo hemos recuperado los kilos que tanto esfuerzo nos costó perder antes del verano, sino que hemos cogido alguno más.
En época de vacaciones no hay límites. No hay exigencias. Es la orgia de la anarquía, la bacanal de la acracia, el desenfreno de la desidia. Algunos comen como cerdos y fornican como berracos. Otros beben como cosacos. Y yo, no cago hasta volver a casa. Nos divertimos haciendo los complejos ejercicios de Vacaciones Santillana. Todo vale. Es el premio que nos ofrecemos a nosotros mismos por tanto esfuerzo dedicado durante la interminable jornada de trabajo anual.
El síndrome post-vacacional es algo tremendamente jodido que tod@s sufrimos a excepción de los funcionarios, que constituyen el único colectivo que con su galbana burocrática, no son propensos a dicho síntoma, ya que no existe diferencia entre su esfuerzo en vacaciones y el esfuerzo en período laboralmente activo. No es algo que se deba tomar en broma, es una depresión transitoria, es un malestar, una falta de concentración. Así pues, el síndrome post-vacacional nos afecta a todos, en mayor o menor medida.
Unas vacaciones prolongadas como las de verano, para aquel que pueda tenerlas, pueden provocar problemas al volver al trabajo: mala adaptación, olvidarse completamente de escribir y leer, estrés, nerviosismo, falta absoluta de motivación. Esta situación se conoce como síndrome post-vacacional. Estamos ante un conjunto de síntomas que reflejan un estado de ánimo como reacción de rechazo al trabajo tras un período más o menos prolongado de descanso. Estos síntomas pueden situarse próximos a la depresión, irritabilidad, alcoholdependencia, astenia, dolor escrotal, tristeza, apatía, gonorrea, ansiedad, insomnio, dolores musculares, tensión, náuseas, taquicardias, sensación de ahogo y problemas de estómago, entre otros.
Los expertos opinan que el entorno de trabajo es un elemento fundamental junto a la percepción que de dicho entorno tenemos. Así, la relación con jefes, colaboradores y compañeros ha de basarse en una comunicación fluida, que puede hacer más llevadero el proceso de adaptación al regreso. Se aconseja repartir o dividir el periodo de vacaciones de modo que podamos disfrutarlas en dos periodos siempre que sea posible. Una vez que el fin de las vacaciones está próximo, no dejar todo para última hora, sino regresar tres o cuatro días antes e ir adaptando nuestro ritmo al habitual. Al incorporarnos a nuestro puesto de trabajo, comenzar de manera gradual, siendo conscientes de que nuestro rendimiento irá creciendo en un par de días. Nos debemos integrar en la actividad profesional cuanto antes y si podemos, nos apoyaremos con una buena dosis de comunicación con nuestros colegas. La coincidencia de que el primer día sea lunes puede agravar esta situación. Dichos versados en la materia, aconsejan hacer la vuelta en un día diferente de la semana, así reduciremos el impacto psicológico de vuelta al trabajo. Retomar la vuelta al trabajo con una actitud positiva, con visión de reencuentro con la normalidad y nuestra tarea, será nuestra meta en los primeros días sin tratar de alargar este proceso.
Los expertos opinan que el entorno de trabajo es un elemento fundamental junto a la percepción que de dicho entorno tenemos. Así, la relación con jefes, colaboradores y compañeros ha de basarse en una comunicación fluida, que puede hacer más llevadero el proceso de adaptación al regreso. Se aconseja repartir o dividir el periodo de vacaciones de modo que podamos disfrutarlas en dos periodos siempre que sea posible. Una vez que el fin de las vacaciones está próximo, no dejar todo para última hora, sino regresar tres o cuatro días antes e ir adaptando nuestro ritmo al habitual. Al incorporarnos a nuestro puesto de trabajo, comenzar de manera gradual, siendo conscientes de que nuestro rendimiento irá creciendo en un par de días. Nos debemos integrar en la actividad profesional cuanto antes y si podemos, nos apoyaremos con una buena dosis de comunicación con nuestros colegas. La coincidencia de que el primer día sea lunes puede agravar esta situación. Dichos versados en la materia, aconsejan hacer la vuelta en un día diferente de la semana, así reduciremos el impacto psicológico de vuelta al trabajo. Retomar la vuelta al trabajo con una actitud positiva, con visión de reencuentro con la normalidad y nuestra tarea, será nuestra meta en los primeros días sin tratar de alargar este proceso.
Pero la realidad es totalmente diferente.
Inútilmente, el ordenador se ha aliado con nosotros, en toda la mañana se ha producido un fallo informático que ha ralentizado el trabajo. Una mañana de leer correos atascados durante nuestra ausencia. Interesantes correos en los que chicas rusas nos declaran matrimonio, e.mails que nos ofrecen artilugios para alargar el pene y nuestro jodido banco, que nos pide el pin porque por problemas tecnológicos lo ha perdido. Correos con circulares que uno archiva para leerlos con mayor detenimiento, teléfonos que vuelven a sonar como martillazos en la cabeza y ¡joder¡, una pereza enorme para retomar asuntos que quedaron pendientes; visitas programadas, reuniones con el personal, vistazos a las estadísticas, comentarios sobre incidencias durante nuestra ausencia. De nuevo las asquerosas caras de los compañeros que ya regresaron como nosotros y que de nuevo empiezan a tocarnos los cojones:
La decrépita de compras que nos enseña las fotos de su hijo, con rostro de lémur obeso, en su estancia en Eurodisney; el mantecoso de contabilidad, que sudoroso, nos muestra las instantáneas capturadas con su nueva cámara en el hotel de Peñíscola. El nuevo de márketing, que alardea de sus conquistas en el Pachá de Ibiza. La octogenaria mujer de la limpieza, con marcados rasgos de campesina, que nos hace entrega de la morcilla de Badajoz. La inoportuna visita del jefe que nos relata con todo lujo de detalles su viaje a Bali. Y nosotros queremos estar solos. Bostezar en la más absoluta soledad, observar con fascinación las musarañas, rascarnos las pelotas sin que nadie nos moleste.
Para ello, he ingeniado un astuto y tremenadamente eficaz método que nos garantizará que el día de nuestra reincorporación laboral sea plácida, y que ningún compañero ose entrar en nuestro despacho: el colirio para ojos con extracto de cebolla: